Carlos Pizarro, el líder del M-19 que apostó por la paz

El 26 de abril de 1990, un sicario acabó con la vida del líder guerrillero y candidato presidencial.Legado de pazAquel que no conoce la historia, está condenado a repetirla.

Luego del encuentro histórico en Madrid (1983) entre Belisario Betancur y los dirigentes del M-19, Iván Marino Ospina y Álvaro Fayad, se abrió la puerta al primer intento de paz en 1984. Habiéndose convenido la firma de una tregua, Carlos Pizarro, aún malherido luego de un oscuro atentado mientras se dirigía a Corinto, no vaciló en firmar el acuerdo de tregua y cese del fuego (1984). Hubo de pasar por muchas circunstancias políticas y varias trágicas antes de que una escena similar tuviera lugar, esta vez en Santodomingo (Cauca) cuando el 9 de marzo de 1990, siendo comandante general del M-19 dio la orden a todos sus combatientes de “por la paz de Colombia…, ¡dejad las armas!”.

Sus palabras de ese día bien resumen el valor y la certeza de estar pactando la paz: “Quizás es más difícil para los que estamos aquí, que hemos vivido durante muchísimos años en la guerra, hacer este acto simbólico y real de dejación de armas que cualquiera de los combates que hemos tenido en el pasado”. Y añadió: “Esta es una decisión en la que nos vamos a jugar nuestras vidas y nuestros sueños… Nos enorgullece lo que estamos haciendo, lo hacemos con la frente en alto y la mirada puesta única y exclusivamente en la patria, y lo hacemos sin claudicaciones, sin cobardías y sin temores en el alma.

Carlos Pizarro fue asesinado el 26 de abril de 1990, siete semanas después de haber hecho dejación de las armas y ya como candidato presidencial. Cualquier asomo de duda sobre si el M-19 se mantendría en la paz la despejó Antonio Navarro, en nombre de la dirigencia y la militancia de la guerrilla recién desmovilizada: “Después del entierro nos reunimos a decidir qué hacer y tomamos la decisión de honrar la palabra empeñada. ¡Y aquí estamos!”.

No es posible predecir si el éxito político hubiera acompañado o no a Carlos Pizarro. Más que lo que contuviera el acuerdo con el Gobierno, al M-19 le interesaba el proceso que pudiera desatarse en Colombia a partir de ese gesto y por eso, en gran parte, se dio la Constitución de 1991.

En campaña, Pizarro dijo: “Ofrecemos algo elemental, simple y sencillo: que la vida no sea asesinada en primavera”. Ese fue su compromiso y el sueño por el cual murió.

Sigue la impunidad

Las únicas personas que han sido declaradas culpables del magnicidio del candidato presidencial Carlos Pizarro están muertas. En el 2001, un juez especializado de Bogotá condenó a 20 y 25 años de prisión, respectivamente, a los exjefes paramilitares Fidel y Carlos Castaño, asesinados posteriormente. El fallo solo fue posible luego de que el mismo Carlos reconociera, en el libro ‘Mi Confesión’, que lideró el operativo para asesinar a Pizarro. Desde entonces nadie más ha sido formalmente vinculado al caso, declarado crimen de lesa humanidad en el 2010.

El único avance que ha habido recientemente fue la exhumación que la Fiscalía hizo en el 2014 del cuerpo de Pizarro y de Gerardo Gutiérrez Uribe, el sicario que le disparó en pleno vuelo a Barranquilla. Los resultados coinciden con la versión de testigos del crimen y de escoltas del M-19: que en el asesinato de Pizarro hubo una conexión clara entre paramilitares y agentes del DAS.

Por esos vínculos solo hay una indagación preliminar y fueron escuchados en indagatoria Jaime Alberto Gómez Muñoz, el escolta del DAS que disparó contra el sicario, y un escolta de Carlos Castaño que ha dicho que el entonces jefe de Inteligencia del DAS, Alberto Romero, era supuestamente el enlace con los paramilitares.

Romero, quien estuvo 35 años en el DAS como un poder en la sombra, murió en el 2012 sin rendir cuentas. La justicia tampoco ha logrado explicar cómo, pese a que un mes antes de la muerte de Pizarro se extremaron las medidas de seguridad en el aeropuerto El Dorado por el asesinato del dirigente de la UP Bernardo Jaramillo Ossa, al avión de Avianca haya entrado una miniametralladora. Otro de los cabos sueltos es por qué se designó en el esquema de seguridad a Cristancho Santamaría, agente del DAS que venía de conformar el anillo de seguridad de Bernardo Jaramillo y que lo acompañaba en el momento de su muerte. Como inexplicable es que el año pasado un fiscal diera la orden de fundir el arma con la que fue asesinado Pizarro, a pesar de que era una pieza clave.

Texto escrito por Diego Arias *

Especial para EL TIEMPO

* Exguerrillero del M-19

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