No se descarta asesino en serie en muertes de seis guardias de Facatativá

Les dispararon con escopeta, de noche y en servicio. Autoridades investigan los homicidios.Entre marzo y agosto del 2017 seis guardias de seguridad fueron asesinados en Facatativá mientras prestaban sus servicios
. Un electricista, que realizaba labores en uno de los sitios, también cayó muerto. La Sijín de Cundinamarca, medio año después del último caso, aún no revela quién segó las siete vidas.
De las personas que fueron blancos de ataque, una solo se salvó. Se trata de un guardia que vigilaba el colegio rural Juan XXIII, en la vereda Arrayanes. Según su relato, a la medianoche de un día de finales de julio pasado oyó un sonido proveniente de un arbusto. Alarmado, empuñó su arma y ojeó en la oscuridad, no vio nada. Entre el matorral se volvió a escuchar el ruido, entonces sacó su linterna, la extendió a un costado de su cuerpo y prendió la luz: oyó un disparo de escopeta y enseguida un quemonazo en la mano. Estaba herido. Retrocedió asustado y de inmediato pidió refuerzos. El atacante escapó.
“Estoy vivo de milagro”, apuntó el hombre. Haber alumbrado desde un costado le salvó la vida, pues el tirador disparó contra la luz, que la mayoría de caídos habían activado cerca al pecho.
La Policía y la Secretaría de Gobierno se niegan a revelar información, pues dicen que entorpecerían las investigaciones que adelanta la dirección departamental de inteligencia.
Aunque estos hechos no coparon los titulares de los grandes medios, los familiares esperan que se haga justicia. EL TIEMPO visitó los lugares donde cayeron las víctimas y encontró que los autores actuaron a sangre fría.
En la escuela
La comunidad de la institución educativa Manablanca, en el sector homónimo, se despertó conmocionada al enterarse que a Mancipe, el guardia que custodió por ocho años la escuela, con la empresa de seguridad Anubis, lo habían matado a la medianoche con un disparo en la cabeza. Mientras cuidaba el lugar, que sirve de frontera entre el barrio y un cerro boscoso, se escuchó una voz que lo llamaba. El hombre, de unos 40 años y reconocido por ser mamagallista, llegó hasta una escalinata entre el deslizadero y el comedor de los niños, donde recibió un balazo.
Dos días estuvieron los pequeños sin recibir clases, mientras los investigadores inspeccionaban. Semanas más tarde, la Alcaldía ordenó cercar el plantel, que hasta entonces era vulnerable al acceso de extraños.
“Dijeron que bajó la guardia y lo mataron. También dicen que fueron dos sujetos, pero eso nadie lo ha confirmado. Por aquí es pesado, pero si usted no se mete con nadie, no pasa nada”, señaló otro vigilante que lleva 20 años en el sector.
Dos torres
Tras la muerte de Mancipe siguieron dos más, atacados en una misma noche y en puntos vecinos. Ambos casos son los menos conocidos, pues la zona se ubica a 400 metros de la vivienda más cercana.
Prestaban sus servicios en unas torres de telecomunicaciones que coronan un cerro mirador del cuarto sector de Manablanca; hasta allí subió el homicida –por un costado solo se puede acceder a pie y por el otro se llega en vehículo 4×4–. Ambos recibieron impactos de bala en la cabeza; uno cayó muerto al instante y el otro alcanzó a ser traslado al hospital, donde falleció tres días después por muerte cerebral.
El periodista ascendió hasta allí y encontró que las torres permanecen sin vigilante. En cambio instalaron púas y grandes candados.
Pozo del Acueducto
En las afueras del municipio, donde empieza la vía Faca-Zipacón, se ubica un pozo de la Empresa de Acueducto. Un cerramiento con alambres de púa y maderos trata de impedir el paso de personal no autorizado, pero el predio es amplio y se conecta con zonas verdes que usan habitantes de calle y consumidores de drogas como guaridas. Por ese punto accedió el homicida que acabó con la vida de un cuarto vigía, de la empresa Cooviser.
“Dicen que no fue por robar, pero ni sabemos ni podemos decir nada”, comentó uno de los hombres que hoy lo reemplaza.
Finca San Gregorio
Quinta y sexta víctimas murieron en la finca San Gregorio, en la salida del casco urbano hacia la vereda Mancilla. El primero en fallecer fue un vigilante de la empresa G4S, que sufrió un impacto de bala en la cabeza. Luego murió un electricista atacado a pocos metros, mientras efectuaba labores de su oficio; alcanzó a sobrevivir unas horas en un centro asistencial al que fue trasladado.
En el sitio funciona un cultivo de flores y es el que presenta más dificultades para acceder, pues el pórtico mide casi tres metros de altura y a los costados hay cercas y polisombras que bloquean el paso. La vivienda más próxima se ubica a 70 metros, pero ningún vecino entregó detalles sobre lo acontecido.
Vía a Bojacá
Un séptimo asesinato se presentó en los límites entre Faca y Bojacá, en un reconocido invernadero (junto a la carretera). El atacante ingresó y a escasos 35 metros del acceso ultimó al guardia, conocido como Luis entre sus compañeros. Le descerrajó un disparo fulminante en la cabeza y huyó sin dejar rastro. Cuando el compañero de turno trató de comunicarse desde otro punto del cultivo, Luis no respondió. Entonces se dirigió a la portería y en el camino encontró el cuerpo sin vida.
EL TIEMPO pudo establecer que las autoridades no descartan que se trate de un asesino en serie. Esto porque en ninguno de los casos hubo robo de armamentos o de objetos de valor de los lugares custodiados. Así mismo descartaron que se trate de ajustes de cuentas por microtráfico.
Tanto las familias de las víctimas como la comunidad esperan la captura del –o los– responsable, pues, como advirtió un vigilante de un invernadero, “por más macho que uno sea, a uno le da susto que de pronto vuelvan a cogerla contra nosotros los guardias”.
Por : FELIPE MOTOA FRANCO
EL TIEMPO